domingo, 30 de noviembre de 2025

LA INSATISFACCIÓN PERMANENTE: CUANDO NADA PARECE SUFICIENTE

 




La insatisfacción permanente: cuando nada parece suficiente

Vivimos en una época donde todo invita a querer más. Más logros, más calma, más éxito, más validación, más experiencias… más...
Y, sin darnos cuenta, muchas personas empiezan a sentir una especie de sed emocional que nunca termina de saciarse.

En consulta lo escucho constantemente:
"Tengo de todo… pero no me siento plena."
"Consigo lo que quiero, pero enseguida me falta algo más."
"Nada me llena del todo."

La insatisfacción permanente se ha convertido en uno de los malestares más extendidos de nuestro tiempo. No aparece de golpe; se cuela despacio. Es ese vacío ligero que no duele, pero pesa. Esa sensación de que siempre falta algo, aunque no sepamos exactamente qué. Ese impulso por saltar a lo siguiente antes de habitar lo que tenemos ahora.

En este nuevo pódcast de La aventura de vivir, os proponemos deteneros, respirar y mirar de frente a esa insatisfacción que a veces se disfraza de perfeccionismo, de búsqueda, de inquietud o incluso de “normalidad”.

Hablamos de por qué ocurre, qué se esconde detrás y cómo aprender a relacionarnos de otra manera con el deseo, la comparación, el miedo a la pérdida y la cultura del “más”.

Un viaje íntimo hacia ese vacío tan contemporáneo, que a veces disfrazamos de productividad, otras de autoexigencia, y otras de una búsqueda inagotable de estímulos que solo calman por un momento.

¿Por qué sentimos esta falta constante?

Porque la mente humana está diseñada para el movimiento, para la expectativa, para la comparación. Y porque vivimos rodeados de mensajes que dicen:
"Podrías estar mejor."
"Deberías querer más."
"No te conformes."

El resultado es un cuerpo acelerado, un corazón inquieto y una mente que nunca descansa.

¿Qué encontrarás en este pódcast?

Un espacio pausado.
Una reflexión profunda sobre las raíces de esa sensación de falta.
Un acompañamiento cercano para quienes se sienten en esa búsqueda interminable.

Y sobre todo, una invitación a mirar hacia dentro, a soltar la comparación y a reconciliarse con la idea de que no siempre necesitamos más: a veces solo necesitamos presencia.

Si sientes que corres sin saber hacia dónde.
Si a veces la vida te sabe a poco aunque tengas “todo lo necesario”.
Si te descubres buscando sin encontrar…
este episodio es para ti.

Aquí puedes escucharlo


👉 Escúchalo aqui

Ojalá este espacio te acompañe, te calme un poco y te ayude a encontrar lo que, quizá, ya estaba en ti y que sea una puerta abierta hacia una relación más amable contigo.



 

lunes, 24 de noviembre de 2025

25 DE NOVIEMBRE: CUANDO UNA SOLA VIDA YA ES DEMASIADO

 


25 de noviembre: cuando una sola vida ya es demasiado

Cada 25 de noviembre se celebra el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer y volvemos a poner el foco en una herida que no deja de sangrar.

Una que atraviesa países, clases sociales, edades, profesiones y realidades.

Una que se cuela en las casas, en las calles, en las parejas, en los silencios y en los miedos cotidianos.

Una que se sigue llamando, con demasiada normalidad, violencia de género.

Pero la violencia contra la mujer no empieza en el golpe.

Empieza mucho antes.

En una palabra que humilla.

En un control disfrazado de amor.

En un “¿dónde estabas?”.

En un teléfono revisado.

En un “sin mí, no eres nada”.

En una mirada que te hace hace pequeña.

En esa costumbre social de pedir a las mujeres que cedan, que callen, que no molesten, que aguanten.

La violencia no cae del cielo: se construye en lo cotidiano.

Por eso este día no es solo una fecha.

Es un recordatorio.

Un recordatorio de que todavía vivimos en un mundo donde muchas mujeres sobreviven en silencio.

Donde aún cuesta nombrar lo que duele.

Donde la culpa sigue estando mal colocada: en quien sufre, en lugar de en quien ejerce el daño.

Donde demasiadas veces la sociedad juzga más a la mujer que intenta salir que al hombre que la rompe.

Hoy es un día para recordar lo obvio: ninguna mujer merece vivir con miedo.

Ninguna mujer merece justificar, explicar, o disfrazar la violencia.

Ninguna mujer tiene la obligación de ser fuerte: tiene derecho a estar a salvo.

La violencia de género no es un asunto privado.

No es un conflicto de pareja.

No es “algo que se arregla en casa”.

Es una vulneración profunda de los derechos humanos.

Es una estructura que sostiene desigualdades, silencios y normalizaciones peligrosas.

Y cuando una mujer pide ayuda, no está exagerando.

Está intentando sobrevivir.

Este 25 de noviembre no debería quedarse en un gesto simbólico.

Es una invitación a mirar de frente: a educar en igualdad, a revisar nuestras palabras,

a dejar de justificar el machismo cotidiano, a creer a las mujeres, a acompañar sin juicio,

a preguntar de verdad cómo está esa amiga que cambió de repente, a ofrecer un espacio seguro,

a apoyar, a escuchar, a estar.

Y, sobre todo, a no olvidar que la violencia no siempre grita.

A veces susurra.

A veces se disfraza.

A veces pide ayuda entre líneas.

Que este día no sea solo un día, sino un compromiso.

Un compromiso con todas las que están, con todas las que ya no, con todas las que todavía no pueden hablar.

La violencia se sostiene en el silencio, sí…pero también se rompe cuando una mujer encuentra una mano que no la suelta y la acompaña. Y cuando descubre, quizá por primera vez, que merece una vida sin miedo, sin culpa y sin dolor.

Porque ninguna mujer sana en soledad forzada.

Sana cuando el miedo encuentra refugio, cuando la palabra encuentra escucha, y cuando el cuerpo por fin puede descansar.

Y recuerda esto, que quiero que te acompañe hoy y siempre:

No es tu culpa.

No es tu carga.

No es tu destino.

La violencia no es amor.

Y tu vida vale demasiado como para vivirla escondida.

Se puede salir.

Se puede sanar.

Y no estás sola.

 Ninguna violencia merece vivir un día más en la sombra.

Callar protege al agresor. Hablar protege la vida.

No lo olvidemos.


📌 Nota importante — Recursos y teléfonos de ayuda:

Si tú, o alguien que conoces, está viviendo una situación de violencia machista, no estás sola. Existen recursos gratuitos, confidenciales y disponibles las 24 horas.

📞 900 900 120 — Teléfono de atención a mujeres en situación de violencia machista (Catalunya)
Atención anónima, gratuita, 24h, multilingüe.

📞 112 — Emergencias
Si hay peligro inmediato, llama a este número.

📞 936 197 311 — SARA (Servicio de atención, recuperación y acogida)
Atención municipal en Barcelona para mujeres, hijos e hijas en situación de violencia.

📞 932 915 910 — PIAD (Puntos de Información y Atención a las Mujeres)
Asesoramiento psicológico, jurídico y social.

📞 016 — Información y asesoramiento
Teléfono estatal. No deja rastro en la factura (pero sí hay que borrar del registro de llamadas).

💬 WhatsApp 600 000 016 — Atención por mensaje
Para quienes no pueden llamar por voz o se sienten más seguras escribiendo.

🟣 Chat online 016
A través de la web del Ministerio de Igualdad






viernes, 14 de noviembre de 2025

LOS DISTINTOS ROSTROS DEL DOLOR: CUANDO LA VIDA SE ROMPE POR DENTRO


 


El peso del dolor: cuando la vida se rompe por dentro


Hay dolores que se nombran, y dolores que se callan. Dolores que duelen hacia afuera —como un golpe, una pérdida, una ruptura— y dolores que duelen hacia adentro, silenciosos, densos, casi invisibles.

Hay dolores que pasan como un viento y otros que se quedan a vivir en el cuerpo, en la memoria, en la respiración. Hay dolores que acompañan, que transforman, que enseñan… y también dolores que rompen, que paralizan y que obligan a reconstruirse desde cero.

En mi consulta lo veo cada día:

no existe una sola forma de sufrir.

Cada persona carga una historia distinta, una grieta distinta, un silencio distinto.

Algunos llegan con el peso de una ruptura que no esperaban.

Otros, con el cansancio emocional de haber sostenido demasiado tiempo lo que ya no podían sostener.

Hay quienes se sienten perdidos sin saber por qué.

Y hay quienes llegan tras una pérdida real, tangible, definitiva:

la muerte de un ser querido.

Ese dolor que no solo rompe, sino que reorganiza la vida entera en un antes y un después.

Hay un dolor que quema.

Otro que aprieta el pecho.

Otro que te deja sin voz.

Otro que te empuja a seguir cuando ya no sabes cómo seguir.

Y otro, quizás el más profundo de todos, que consiste en tener que vivir sin alguien que fue hogar.

El duelo —ese territorio sin mapas— es uno de los aprendizajes más duros que atravesamos como seres humanos. Nos obliga a cuestionarlo todo: la identidad, las raíces, el sentido, el amor, el futuro.

Nadie sale igual de ese lugar.

Pero, sorprendentemente, tampoco nadie sale vacío.

En el duelo aprendemos a sostenernos en la oscuridad, a encontrar consuelo en lo pequeño, a devolverle sentido a la vida cuando la vida parece habérnoslo arrebatado.

El dolor también es una brújula.

A veces señala lo que importa.

A veces susurra que necesitamos parar.

A veces nos dice que ya no podemos seguir solos.

No venimos al mundo sabiendo transitarlo.

No nos enseñan a escuchar nuestras grietas, a honrar nuestra vulnerabilidad, a reconocer cuándo es tiempo de pedir ayuda. Y sin embargo, crecer emocionalmente es aprender a convivir con todas nuestras capas, incluso las que duelen.

El dolor tiene muchas caras, muchos rostros.

No todos se muestran.

No todos se entienden a simple vista

El dolor es una experiencia tan humana que a veces olvidamos que no todos lo sienten de la misma manera. Lo transformamos, lo negamos, lo escondemos, lo convertimos en una máscara o una armadura… pero ahí sigue, respirando con nosotros.

Vivimos en una cultura que quiere que funcionemos siempre, que sigamos adelante, que no paremos.

Y sin embargo, cuando el dolor llega —ya sea un duelo, una separación, un trauma, un cambio inesperado, una traición o incluso ese cansancio vital que no sabemos explicar— todo lo demás se desvanece.

Escuchar el propio dolor puede ser como abrir una puerta que da vértigo.

Hay un dolor que se siente como grieta.

Una fisura discreta que no se ve desde fuera, pero que divide algo por dentro, como si una parte de ti ya no sostuviera el peso de la vida igual que antes.

Hay otro dolor que se siente como peso.

Una carga en el pecho, un nudo en la garganta, una tensión constante en la espalda. Un cuerpo que recuerda aquello que la mente intenta olvidar.

Y está el dolor que llega cuando perdemos a alguien que amábamos.

Ese dolor no se explica: se habita.

Es un vacío que no pide permiso, una ausencia que se hace presencia.

No duele solo lo que pasó; duele lo que ya nunca será.

Duele la despedida que no dimos, las palabras que faltaron, los rituales incompletos, las preguntas que no tendrán respuesta.

El duelo es un idioma propio: lento, íntimo, impredecible.

Pero también existe un dolor que no nace de la vida, sino de cómo la vivimos.

El dolor de sostener demasiado.

El de no pedir ayuda.

El de ser fuerte durante años.

El de llevar cargas ajenas por miedo a decepcionar.

El dolor que aparece cuando hemos aprendido a sobrevivir, pero no a cuidarnos.

Y quizá lo más importante: no todos los dolores buscan ser eliminados.

Algunos vienen a decirnos algo.

A obligarnos a parar.

A mostrarnos dónde se nos ha roto el alma, dónde necesitamos reparación, dónde hace falta luz.

Sanar no es olvidar.

No es borrar, ni superar a toda prisa.

Sanar es acomodar el dolor en un lugar donde ya no gobierne tu vida.

El dolor, cuando se escucha con honestidad, también puede ser maestro.

Nos descubre nuestros límites, nuestra ternura, nuestra fragilidad, nuestra necesidad de vincularnos.

Nos muestra lo que importa y lo que no.

Nos revela la profundidad de nuestro amor por los otros.

Y también la profundidad del amor que merecemos de nosotros mismos.

Este nuevo capítulo del pódcast nace de ahí:

de la necesidad de poner palabras a lo que casi nunca sabemos explicar.

De honrar todas las formas de dolor —las visibles y las invisibles— sin medirlas, sin compararlas, sin juzgarlas.

De recordar que sentir no nos hace débiles, nos hace humanos.

Si estás en un momento así, este episodio es para ti.

Para acompañarte, no para decirte qué hacer.

Para recordarte que no estás sola o solo.

Para ayudarte a poner nombre, voz y forma a eso que pesa y que a veces no sabes traducir.

Aquí te dejo el episodio completo de unos 10´minutos en Spotify donde incluyo una práctica de conexión corporal para acompañarte con suavidad:

👉 Escúchalo aquí

Y ojalá este espacio te ofrezca un pequeño respiro, una pausa, un abrazo en audio.

A veces, entender el dolor es el primer paso para aprender a abrazarse por dentro.




martes, 11 de noviembre de 2025

Frankenstein y la Herida Humana: una mirada desde la psicología emocional

 



El domingo, en casa tranquila, vi la última película de Guillermo del Toro. No tenía expectativas; creía que iba a ver un simple remake más de todas las versiones que se han hecho de la novela de Mary Shelley, que además escribió con solo dieciocho años. Una locura maravillosa.
Independientemente de si te gustan este tipo de películas, (no a todo el mundo le gustan), hoy te voy a explicar lo que me hizo sentir desde una reflexión psicológica y emocional.

En nada me di cuenta de que aquello no era una versión más, sino una exploración profunda sobre lo que significa ser humano. Verla, apenas sin moverme, me sacudió como una coctelera. Me emocioné, lloré y me llenó de ternura.
Una ternura que no esperaba. No soy crítica de cine; ya lo sabéis,  pero como psicóloga que trabaja con historias, heridas y emociones todos los días, esta película me abrió un canal que no esperaba y sé reconocer cuando una historia toca fibras que normalmente evitamos. Esta película las toca todas.

Hay películas que parecen hechas para mover algo profundo, y Frankenstein lo consiguió conmigo.
La historia me habló. Me habló de abandono, de responsabilidad, de amor imposible, de humanidad mal gestionada.
Y me dejó una verdad en mitad del pecho:
el monstruo no es la criatura. El monstruo es Víctor Frankenstein.

Descubrí, buscando información después de verla, que Jacob Elordi —el actor que interpreta a la criatura— aprendió danza butō, una disciplina japonesa que trabaja el movimiento desde lo primitivo, lo roto y lo despojado. Cuando lo supe, entendí por qué me había impactado tanto su interpretación. Su cuerpo no se mueve como un monstruo; se mueve como un alma recién nacida que intenta entender qué es la vida. Ese caminar torpe, ese temblor suave, esa manera de mirar lo que aparece por primera vez… todo procede de la butō, una danza nacida después de la Segunda Guerra mundial para expresar traumas colectivos, renacimientos oscuros y cuerpos que cargan historias no dichas y que explora lo que duele y lo que renace. Y él lo encarna con una delicadeza que te desarma.

Porque aquí, en esta historia, el que llaman “monstruo” no es la criatura. La verdadera monstruosidad tiene nombre y apellido: Víctor Frankenstein. Su creador. Óscar Isaac hace un trabajo magistral al mostrar esa mezcla de obsesión, fragilidad, genialidad y horror. No lo pintan como un villano plano, sino como un hombre quebrado por dentro, devorado por sus propias sombras. A veces cuesta mirar a su criatura porque es tierna. Pero también cuesta mirar a Frankenstein porque nos vemos ahí: en ese miedo a fallar, en ese deseo de controlar, en esa incapacidad de aceptar lo que uno mismo ha creado.
Guillermo del Toro no disimula, y a mí eso me encantó. Víctor no es un científico trágico; es un hombre roto que se niega a mirar su propia grieta. Su monstruosidad no está en lo que crea, sino en lo que rechaza.
En su soberbia
En su cobardía.
A veces el verdadero terror lleva traje, apellido y buena educación.
Y aquí es evidente:
Víctor es el monstruo por elección; la criatura, por imposición.
Su dolor traspasa la pantalla. Su contradicción también. Y ahí está la lección más incómoda: a veces el verdadero monstruo es quien posee poder, no quien carece de él. A veces la crueldad nace de quien más se parece a nosotros.

Lo que me dejó temblando fue la criatura interpretada por Jacob Elordi. Su humanidad era tan transparente que me dolía. Sus movimientos, su forma torpe de descubrir el mundo, esa mezcla perfecta entre inocencia y desgarradura… algo en su cuerpo decía la verdad incluso antes de que abriera la boca.

Como psicóloga, no pude evitar leer la película con ojos emocionales: la necesidad de pertenencia, el abandono, la búsqueda de identidad, la violencia que nace de la soledad, el deseo de ser visto. Hay tanta humanidad en la criatura… y tanta deshumanización en su creador. Y por eso lloré. Porque me recordó lo que siempre digo en terapia, en mis libros: que todos nacemos con una capacidad inmensa de amar, pero la vida es la que nos enseña a defendernos, a endurecernos, a escondernos. Y a veces esa armadura se convierte en monstruo, que no es más que la sombra que escondemos o no queremos ver.

Esta mañana, todavía con la película cicatrizando dentro, busqué entrevistas. Necesitaba entender cómo Elordi había conseguido ese lenguaje corporal tan único, tan raro, tan bello. Y entonces descubrí lo de la danza butō que os he contado antes.

Y ahí encajó todo.

El butō no camina: explora.
No posa: busca.
No representa: revela.

Elordi tomó ese lenguaje y lo convirtió en alma. Cada gesto suyo parecía decir: “No sé quién soy todavía, pero sé que puedo amar”. Y eso… eso me rompió. Y sí, ahí fue cuando lloré.

Pero si la criatura encarna la luz, Óscar Isaac encarna la sombra.
Su interpretación de Víctor Frankenstein es tan profunda que incomoda. No porque sea villanesca, sino porque es honesta. Isaac no juega a ser el malo: habita la herida del personaje.

Cada palabra que pronuncia parece sostenida por toneladas de culpa no expresada. Cada silencio suyo pesa. Cada mirada tiene miedo detrás. Víctor no es un demonio: es un hombre devastado por su propia soberbia, alguien que crea vida sin estar preparado para sostenerla.

Como psicóloga, me impresionó lo bien que Isaac refleja lo que ocurre cuando alguien se desconecta emocionalmente para perseguir una idea.
Víctor pierde su humanidad no por crear un monstruo, sino por negarse a amar aquello que ha hecho daño.
Y eso… es una lección enorme sobre responsabilidad emocional.
La criatura ama. Víctor destruye. Y esa diferencia importa.

Una de las cosas más hermosas de la película es cómo la criatura encarna todo aquello que Víctor no puede sostener:
la ternura,
la vulnerabilidad,
el deseo de comprender,
la capacidad de amar incluso después del rechazo....¡cuántas veces lo he visto en consulta!

Mientras Víctor se hunde en su ego, la criatura florece en compasión.
Mientras Víctor huye, la criatura se acerca.
Mientras Víctor hierve en su propio miedo, la criatura busca luz.

Y eso, como sociedad, debería interpelarnos más.

Una película que nos obliga a mirarnos por dentro

No escribo esto como experta en cine. Lo escribo como alguien que trabaja con emociones ajenas y propias, con el trauma, con la sombra, con la parte que todos ocultamos bajo capas de cordura aparente.

La película me invitó —y creo que invita a cualquiera— a reflexionar sobre lo humano y lo monstruoso.
Sobre lo que heredamos y lo que rompemos.
Sobre la responsabilidad de amar y la cobardía de huir.
Sobre cómo sanamos, cómo herimos y cómo reparamos lo que creemos irreparable.

Es una historia que te abre una herida… para enseñarte cómo puede cicatrizar.

Y por eso la recomiendo sin ninguna duda.
Recomiendo verla con el corazón abierto —aunque te duela un poquito— y con la mente en calma, dispuesta a escuchar lo que la película quiere decirte más allá de la pantalla. Porque esta historia no solo se ve: se siente.
Y cuando una película te toca así, es que algo importante está intentando despertarte.

No es un remake. No es un clásico recontado. Sino una historia que nos invita a mirarnos hacia dentro, a cuestionar quiénes somos y a qué llamamos “monstruo”.

Y desde mi mirada como profesora de teatro terapéutico de Escena Vital o en Koa teatro y como actriz, quiero decir que valoro profundamente la interpretación de todos los personajes. Porque no solo actúan: cuentan la verdad emocional de cada alma rota que aparece en esta historia.

Porque en esta película no solo hay técnica: hay verdad. Hay cuerpo, emoción, memoria, gesto.
Y cuando el arte se convierte en verdad encarnada, nace algo que transforma.
Esto es exactamente lo que Frankenstein consigue.






                                             Con su perro en un descanso del rodaje 

sábado, 8 de noviembre de 2025

APRENDE A PONER LÍMITES: UN ACTO DE AMOR PROPIO




Aprender a poner límites: un acto de amor propio


Hay un momento en la vida en el que el cuerpo habla antes que la mente.

Un cansancio que no entiende de horas.

Una incomodidad que se instala en el pecho.

Una sensación de estar “dando demasiado”, o de estar en lugares que ya no nos sostienen.

Y entonces aparece una palabra que cuesta pronunciar, pero que transforma vidas: No.

Decir no, no es un gesto de rebeldía ni un muro hostil.

Es una puerta hacia dentro.

Es reconocer dónde terminamos nosotros y dónde empieza el mundo.

Es recordar que el amor —el propio y el ajeno— necesita bordes sanos para no diluirse.

Durante años nos han enseñado a agradar, complacer, ceder, adaptarnos.

Pero poner límites no es alejar a nadie: es acercarnos a nosotras mismos.

Es elegir relaciones donde el cuidado sea mutuo, donde el vínculo no duela, donde el otro también entienda que somos humanos, finitos, vulnerables y valiosos.

Aprender a decir no es aprender a decir sí a nuestra paz.

En este nuevo pódcast hablo de ese viaje:

de cómo se sienten los límites en el cuerpo,

de por qué nos cuesta tanto ponerlos,

de qué señales nos avisan cuando ya no podemos seguir igual,

y de cómo empezar a construir fronteras sanas en lo personal, lo profesional y lo emocional.

Si alguna vez te has perdido en los deseos de los demás,

si has dicho “sí” mientras tu interior gritaba “no”,

si has sentido culpa por protegerte…

este episodio es para ti.

Aquí te dejo el enlace del nuevo Podscat de Spotify para escucharlo:

👉 APRENDER A PONER LÍMITES

Ojalá te acompañe.

Ojalá te devuelva un poco de espacio,

un poco de aire,

un poco de ti.

Un abrazo

ARACELI



jueves, 6 de noviembre de 2025

¿ESTÁS PERDIDA?

 



“Bailar perdida”

Hay momentos en la vida en los que no sabemos nombrar lo que sentimos.

No es tristeza.

No es miedo.

No es rabia.

No es vacío.

Es… estar perdida.

Ese estado silencioso en el que parece que ya no sabemos hacia dónde caminar, ni quién se supone que deberíamos ser. Un lugar extraño donde la mente se llena de ruido, pero el cuerpo apenas consigue sostenerse. Donde nada encaja, pero aun así seguimos avanzando por inercia.

“Bailar perdida” nace de ese espacio.

De ese intermedio emocional que todos atravesamos alguna vez:

cuando la vida cambia, cuando algo se rompe, cuando alguien se va, cuando nos desenraizamos de nosotras mismas sin darnos cuenta.

En este pódcast hablo desde lo más humano:

desde la vulnerabilidad, desde la confusión, desde ese lugar donde una se siente extraña en su propia piel. Pero también desde la posibilidad de que, incluso sin entender nada, podemos seguir moviéndonos. Aunque sea despacio. Aunque sea torpemente. Aunque sea sin rumbo.

Porque “estar perdida” no significa estar fallando.

Significa que tu alma está buscando otra forma de estar en el mundo.

A veces necesitamos perdernos para encontrarnos de una manera más honesta, más libre, más nuestra.

En este episodio te acompaño con mi voz, con un ritmo suave, con una música tenue, en un viaje de 15 minutos hacia dentro. Un lugar donde dejamos de buscar respuestas y empezamos a escuchar el cuerpo; donde las palabras no empujan, sino que arropan.

“Bailar perdida” es una invitación a dejar de luchar contra el desconcierto, y a permitirte habitarlo… hasta que de pronto, sin forzar, aparece un gesto nuevo, un suspiro diferente, un pequeño movimiento que te devuelve a ti.

Si estás en un momento de transición, duelo, cambio o simplemente desorientación, este episodio es para ti.

Aquí puedes escucharlo:

https://open.spotify.com/episode/5FiVXWBSN7hCtZnWXQkItp?si=gdIkW3-PTxOTKU7XSBPP2w

¡Seguimos creciendo!

Un abrazo

Araceli

martes, 14 de octubre de 2025

LAS CONSTELACIONES FAMILIARES: UN VIAJE HACIA EL ORIGEN



          LAS CONSTELACIONES FAMILIARES: UN VIAJE HACIA EL ORIGEN

Siempre me ha fascinado cómo las historias familiares se entrelazan y nos acompañan, incluso sin darnos cuenta. A veces sentimos miedos, repeticiones o silencios que parecen no tener explicación… hasta que miramos un poco más atrás y comprendemos que no todo lo que cargamos es realmente nuestro.

En el nuevo Podcat de La aventura de vivir en Spotify, exploramos un tema tan profundo como revelador: las constelaciones familiares. A menudo, cargamos con historias, emociones y patrones que no nos pertenecen del todo, pero que forman parte del tejido invisible de nuestro sistema familiar. Comprenderlos —y liberarlos— puede ser una de las experiencias más transformadoras de la vida. 
 En este episodio conversamos con una experta en constelaciones familiares, Digna Torra, especializada en este tema, que nos ayudará a entender cómo esta herramienta terapéutica nos invita a mirar con respeto y sin juicio a quienes nos precedieron, reconociendo su destino para poder reconciliarnos con el nuestro. 
A través de ejemplos y reflexiones, descubrimos cómo lo que no se expresa en una generación puede repetirse en la siguiente, y cómo el amor —cuando se ordena— tiene el poder de sanar vínculos y devolvernos la fuerza vital.
Las constelaciones familiares no buscan señalar culpables, sino restablecer el flujo del amor interrumpido. En ellas, el individuo deja de sentirse aislado y empieza a comprenderse como parte de un entramado mayor, donde cada historia cuenta y cada mirada puede transformar. 
Escuchar este Podcat es una invitación a reconciliarnos con nuestras raíces, a soltar el peso de las historias heredadas y a abrirnos a una nueva forma de comprender el amor, el perdón, la pertenencia y a la reconciliación con nuestro linaje. 
Es abrir una puerta a la memoria emocional.

Aquí puedes escuchar el pódcast en Spotify:




Aquí tienes un video en mi canal de YouTube


Gracias por leerme
ARACELI