lunes, 18 de febrero de 2013

56) RELATO: MI PERDÓN.







Cuánto hemos oído hablar de perdón verdad?
Y qué fácíl es poner siempre la culpa y la responsabilidad en el otro y sentir rencor hacia otro sin mirarnos nuestro propio ombligo verdad?
Perdonar es disolver el rencor que siento hacia quien me hirió.
Perdonar es cerrar una herida limpiamente y por muy grande que sea esa herida dar puerta al resentimiento, ya que este nos daña a nosotros mismos más que al otro. Lo vamos cargando en nuestra mochila emocional y cada vez nos pesa mas.
Así que nos movemos entre el "te perdono o me perdonas".
Pero existe otro tipo de perdón que pocas veces vemos, porque es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que es el perdonarnos a nosotros mismos.
Hay que ser muy, muy valientes para mirarnos por dentro y ser capaces de reconocer, a pesar del dolor que nos cause, del daño que hemos hecho a otro o a nosotros mismos.
Ya sin buscar excusas que siempre ponemos en un tercero, ya sin motivos para seguir huyendo de nosotros mismos y de nuestra conciencia. Humildes para reconocer que negra es nuestra sombra a veces, como somos capaces de herir sin quererlo ver a otros corazones hasta desangrarlos.
Porque solo reconociendo nuestras acciones, nuestras propias mentiras podremos vivir en paz sin tener que llevar ese disfraz confeccionado a nuestra medida para mostrarnos al mundo para que vean lo maravillosos que somos.
Recuerda que solo perdonándote a ti mism@ puedes sentirte libre y puedes perdonar a los demas.
Aquí tenemos este relato de Mari, una mujer muy joven y valiente que se ha enfrentado consigo misma y ha encontrado esa luz que desprende en cada una de sus palabras.
Ojalá, todo el mundo pudiera ser capaz de hacer este acto de generosidad y coraje hacia uno mismo.
Gracias por liberarte y ser capaz de mostrarlo al mundo sin temor. 
Ya eres libre!
Un beso inmenso mujer extraordinaria!



"He andado por sendas oscuras. Me he perdido por selvas sin salida. Me quedé con las peores sensaciones.
Las metí en mi cuerpo y las expandí.
Tuve las mejores compañías y las rechacé. O simplemente no las supe disfrutar.

Mi madre como madre, mi madre como alma hermana ya en su hogar, se que me comprende. Se que me quiere.
No hace falta pedir perdón. Me perdono. Aunque quizá tampoco hacía falta, porque mi lección fue su lección. 
Porque mi ataque a mi misma dolió.
Pero a ella no. Porque ya es perfecta. Todo lo entiende, siente lo mejor. Está completa y no hay lugar para el rencor.
Me lo he quedado todo.
Aquí si se guardan los dolores. Las culpas. Los reproches. Los tengo todos para mi. Pero hay que dejarlos volar.

Mi hija. Ese ser tan perfecto que vino a sacarme de la oscuridad. Que llegó para necesitarme en cuerpo y alma. Que me dio una ilusión. Un por qué luchar. Un por qué vivir, por qué sonreír. Que tan débil necesitaba mis brazos. Y tan fuerte que me protege de los dolores.
También en muchos momentos no estuve a la altura, mi niña...Mamá te pide perdón porque eres lo que más quiero en esta vida.
Y hubo momentos en que continué por sendas oscuras contigo en mis brazos. Y tú seguías sonriendo y dándome consuelo. Eres un regalo divino.
Se que tú también me perdonas, porque en el momento que decidiste que yo sería tu madre, sabías que venías a sacarme de la jungla.
Se que era uno de tus propósitos y las dos aprendimos la lección.

Ahora camino bajo el sol, bajo la luz, la luna y las estrellas. Tú, mi niña, a mi lado. Y mamá desde el cielo observando y amando.

Pero algo se ha quedado enquistado. Se ha formado una pequeña bolita en mi memoria. En mi aura. En mi alma. Hay algo que me ciega, me niega y no me deja avanzar.
La culpabilidad me retumba por dentro. Yo no me lo perdono. Todo lo contrario. Soy rencorosa conmigo y me fustigo una y otra vez. Me ataco y menosprecio una y otra vez. Y esto me frena y bloquea.
Si lo mantengo en mi, se crecerá. En vez de crecer yo, crecerá mi culpa, mis sentimientos nocivos hacia mi. Los que me dicen que no soy capaz, que no merezco nada.
Yo he decidido mi castigo. Me lo he impuesto.
Pero yo decido hasta donde, y no quiero que me afecte mas...quiero crecer y hacer grandes todos mis buenos sentimientos, todas mis posibilidades. Quiero fomentar mis virtudes, ver la luz desde la luz, no desde la oscuridad.
Sacar todas las sombras escondidas en la memoria.
Me veo a mi misma de pie en un escenario blanco, radiante. Y a mi misma también arrodillada. Las dos...Yo y yo...La culpable de rodillas, la bondadosa y poderosa en pie.. Yo arrodillada llorando, pidiendo perdón una y otra vez...lo siento...lo siento...lo siento...Y yo benévola, llena de fuerza y compasión toco mi hombro culpable. Pongo la mano sobre mi cabeza atormentada y me digo:
YO ME PERDONO.
Ya he sufrido bastante, llora todo lo que tengas que llorar, pero no para regocijarte, si no para limpiar tu alma, tu aura. Saca las lágrimas negras que te oscurecen. Saca todo el dolor enquistado y déjalo marchar. Ábrele la puerta y sácalo a patadas, porque nadie más que tú te culpa, nadie más que tú te priva de la felicidad. Nadie más que tú te prohíbe la plenitud.
Vacíate de cargas negativas que te imposibilitan. Vacíate de rencores.
Y cuando estés limpia y vacía respira y siéntete de nuevo. Entonces se consciente de cada acto de bondad, de fuerza de superación y grábalo en ti igual que guardabas lo negativo.
Porque tú eres eso. 
YO SOY ESO. YO SOY BONDAD. YO SOY SUPERACIÓN!."

MARI












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